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Lejos de los clichés, el investigador intenta pasar desapercibido y recaba información sobre los fraudes a las aseguradoras, las infidelidades y las cuestiones relacionadas con el derecho civil.

Al evocar la imagen de un detective privado, la mente acaba proyectando la figura de un cuarentón de complexión fuerte, curtido en las calles, con ojos penetrantes y una sonrisa pícara, traviesa, que enloquece a todas las mujeres que permanecen a su alrededor. Entre las que caen rendidas a los encantos del galán está la eficiente y discreta secretaria, pero también la rubia de cuerpo escultural que le arrastrará hacia una espiral de violencia con un final poco halagüeño para los intereses del investigador.

Un cliché, sin duda, propio de las novelas de Raymond Chandler o Dashiell Hammett y que, al principio, entre bromas, los profesionales del sector lo reciben con agrado. Sin embargo, cuando se recurre una y otra vez al tópico para caricaturizar las actividades que desempeñan, los detectives sienten la necesidad de dar un puñetazo sobre la mesa y exigir que se tomen en serio los servicios que prestan. “No conviene que se banalicen, porque estamos para ayudar a los demás, como un abogado, un arquitecto o un médico”, explica Benito, fundador y propietario de Adexu Detectives Privados.

La Ley de Seguridad Privada regula el trabajo del investigador, que para ejercer la profesión debe haber obtenido el grado de Criminología. Pero hay quienes además de estudiar la señalada titulación cuentan con otras menciones académicas, lo cual demuestra que no es un trabajo al alcance de cualquiera. “Algunos han cursado Derecho, Psicología o, incluso, Medicina”, subraya Benito.

Y lejos de buscar enfrentamientos con aquellos que se cruzan en su camino, el detective se caracteriza por la discreción, por rehuir el escándalo y evitar las situaciones embarazosas. Intenta, por todos los medios, pasar desapercibido. Por lo tanto, las personas a las que siguen rara vez se percatan de que están siendo investigadas. “Algunas veces suele pasar, sobre todo en pueblos pequeños y en determinadas vigilancias, pero si ocurre es más porque el cliente le ha puesto sobre aviso con algunos de sus comentarios que por error del profesional”, asegura el dueño de Adexu.

Las agencias de investigadores se ocupan de cuestiones enmarcadas dentro del derecho civil. Concretamente, recaban información para los abogados que tramitan divorcios y convenios reguladores. Pero a su vez abordan otros asuntos que nada tienen que ver  con las desavenencias conyugales que se dirimen en los tribunales. Los fraudes a las aseguradoras y los casos de competencia desleal están presentes en el día a día de Adexu. Y, por supuesto, también las infidelidades, que siempre dejan múltiples anécdotas.

Benito recuerda la vez que se presentó una joven en el despacho. Sospechaba que su novio tenía una relación con otra mujer. Incluso intuía los días en que su pareja quedaba con el tercer eje del triángulo amoroso. Los investigadores siguieron la pista del hombre, pero no encontraron nada extraño. Solo se veía con su novia, la clienta que había acudido a la agencia. Las imágenes no dejaban lugar para la duda. Finalmente, se enteraron de que la joven que había contratado los servicios tenía una hermana gemela y que ella y su cuñado mantenían una relación paralela. “Se armó una buena, ya que la cosa venía de lejos”, afirma Benito.

El “Lazarillo de Tormes” es, sin duda, una novela que ha dejado huella en el imaginario colectivo de los españoles. Son conscientes los detectives, expertos en percibir la picaresca desde lejos. “Nos encontramos con ella cuando investigamos accidentes de tráfico o bajas laborales”, asegura Benito.

Al propietario de Adexu le viene a la memoria el caso de un joven que caminaba con una muleta y que al final se demostró que había simulado una cojera: “Una vez, cuando salió de casa para ir a una revisión, vimos que iba tranquilamente y no apoyaba la muleta en el suelo. La llevaba colgando de la axila, pero, al acercarse a la instalación médica, comenzó a caminar con dificultad”.

Para terminar, dentro de lo anecdótico encaja a su vez el caso de un hombre que visitó Adexu y que afirmaba ser descendiente legítimo del reino de Castilla, concretamente del monarca Ramiro II. Y con la intención de demostrarlo puso sobre la mesa un estudio extenso. “Le remitimos a un historiador”, sostiene Benito.

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